La economía de la atención contemporánea y la visión computacional nos dan buena evidencia del programa de visión por venir, un ojo objetivante y agotado, donde el campo físico visible es exhausto y siempre mucho menos atractivo que las pantallas, contenedor central de visibilidad dinámica. Podemos concebir este esquema de gestión de la atención como un problema de edición de lo visible, una forma de modular la atención y la duración y situar nuestro movimiento ocular precisamente en el centro del capital. Esta gestión conduce a la producción de dos tipos de visión: el ojo enfocado y el tubular, que está inmerso en un centro y es incapaz de ver contextos y relaciones, más vinculado a lo que el neoliberalismo nombra como trabajo. Y el ojo desencarnado y superficial, que completamente desafectado, es impulsado por cualquier trampa de atención, ligada a lo que el neoliberalismo nombra como procrastinación. Es en la diferencia de potencial entre estos dos tipos de visión donde se forjan el control del movimiento y la cinética neoliberal. Desde ahí nos preguntamos, si la máquina que modula la atención es un problema de edición y montaje, como muestran las estructuras algorítmicas de las redes sociales que nos construyen el orden de lo que vemos por ejemplo, podríamos intentar reeditar lo visible, en una especie de atletismo, una desdomesticación del ojo, para mantener su astucia?
Este proyecto propone desarrollar una serie de ejercicios llamados prácticas de reedición de lo visible. Esos ejercicios, pensados a través de la apropiación de herramientas del cine y de la performance, son actividades para percibir la percepción, experimentando activar una ciência especulativa de anti-secuestro del ojo.
Ejercicio uno _ hojas y agujero
Son objetos que guardan la operación de una imagen. Un aparato rudimentario de producción de imaginabilidad y revisión de la frontalidad.
Un espacio vacío. Una brecha, para ser ocupada por lo que ya está. Un no hacer activo para intentar escapar de las ficciones fálicas ligadas a lo "nuevo".
Levantar algo a la altura de los ojos, una obstrucción, una pared, una pantalla, negar esa pantalla, una anti-pantalla, una grieta, que permite que el acontecimiento fluya hacia la imagen. Una máquina para mirar la propia visión.
La brecha produce una imagen insistente, distraída, casi accidental. Siempre habrá una imagen en la apertura, aunque sea un trozo de madera, donde se colocó la hoja, una parte del cuerpo que escapa, un recorte del suelo, una franja de cielo, lo que está delante. Cualquier cuasi-imagen es susceptible de ser reconsiderada como un método para pensar la mirada.
Un agujero es también un túnel, una invitación, por donde algo se desborda, fluye. Un alivio.
El dispositivo de la hoja, al mismo tiempo que produce una casi-imágen, que solo llega hasta el borde de su duplicación, es también una post-imagen, como una fotografía ya tomada pero aún abierta. Es a la vez algo que comienza y no termina y es algo ya terminado en el que el comienzo es indeterminado.
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