Mi transitar el género no tiene un principio claro un ni fin, habita las líneas difusas o fronteras compartidas entre lo femenino/masculino. El género nunca ha atravesado los cuerpos de forma estática, ni siquiera en las vivencias cisgénero, ya que tampoco se mantiene inmutable más allá de nuestra piel. Hay instantes que evidencian de forma radical este hecho, rituales cotidianos, ya sean privados o sociales, que marcan nuevas formas de relacionarnos con esta categoría. En este texto me centro en la indumentaria como una de las primeras prótesis colocadas sobre el cuerpo, modificando cómo será leído a nivel morfológico, estético y simbólico; la ropa como posible objeto ritual de autoconocimiento, resistencia y movimiento. Así, el título es un guiño irónico a la palabra género en dos de sus acepciones: una que habla de un tejido de calidad y otra que supone ser una mujer© o un hombre©.

En este sentido, mi experiencia está fuertemente marcada por el uso del sujetador en oposición al binder, por cómo generar una silueta femenina o masculina usando el textil. Este punto de partida me permite hilar diferentes aspectos de lo trans*, las “tetas planas” a lo largo de la historia, los ideales de virilidad a través de la indumentaria, el “ser metrosexual pero claramente no homosexual”...

Parto de mi vivencia como persona transmasculina blancoeuropea que se ha identificado la mayor parte de su vida como bollera marimacho. En coherencia con los planteamientos del texto se usa el plural neutro, formado en español con la -e.

Esta publicación surge de la Convocatoria de proyectos de investigación y experimentación artística La Escocesa 2019 ‘ritual #’ de Mario Peinazo