Proyecto de investigación y experimentación 2019
Mario Peinazo
Este ritual habla de la influencia de la indumentaria, empezando por la ropa interior, en la construcción del género. A través del cambio de mi relación con el sujetador y de una transformación del objeto mismo se abre un espacio para subvertir las normas del género binario. El ritual se divide en dos partes: la primera, en la que escayolo todos mis sujetadores, corresponde a un corte simbólico con “Lo Femenino” y a un cambio en mi silueta, al dejar de usarlos comencé a llevar binder. En la segunda parte recupero uno de los sujetadores y lo transformo en un objeto ritual, el apoyador, que me sirve para acercarme a “Lo Femenino” desde otra identidad/corporalidad resultado de nombrarme en masculino, usar binder a veces y tomar testosterona durante tres años. No se trata de un drag sino de crear un espacio independiente a las limitaciones del género para posibles nuevos cotidianos, como es usar vestidos o faldas desde mi identidad transmasculina; se acerca más bien a la frase «gender is a drag».
Cuando hablamos de cómo influye la ropa en la construcción del género solemos referirnos a la que es visible: falda o pantalón, blusa o camisa… Estas prendas, así como su estética (ornamento, color, forma…), tienen un fuerte carácter “femenino” o “masculino”, se entienden por oposición al igual que el género. Sin embargo, la ropa interior condiciona en gran medida qué indumentaria irá sobre ella y cómo serán leídas las distintas corporalidades generizadas. Estas piezas textiles nos son vendidas como adaptadas a nuestros cuerpos, como garantías de confort con un halo de naturalidad, mientras que están configurando nuestra silueta; su tarea real es más bien la de una prótesis. El sujetador construye y muestra cómo son las tetas de las mujeres, o al menos cómo deberían ser. Un sujetador en cuerpos/identidades diferentes tiene distintos significados. El apoyador, guiño a la palabra sujetador teniendo en cuenta su nuevo uso, conserva mayormente su estructura inicial, solo tiene cambios hechos con tijera, aguja e hilo, y se adapta perfectamente al cuerpo, es ajustable. A pesar de estas características rompe con el simbolismo, la función y la estética marcadas por el sujetador; el apoyador no es una hombrera al uso, que podríamos asociar con “Lo Masculino”, pasa a ser un objeto sin género.
Cuando cambié el sujetador por el binder, momento en el que decidí ser Mario y no María, mi relación con la ropa cambió de manera drástica. Este corte con “La Feminidad”, materializado en el escayolar los sujetadores, me llevó a olvidar muchas prendas que antes formaban parte de mi cotidiano, si bien mi cuerpo seguía siendo el mismo sentía que ya no encajaban, y comencé a usar otras nuevas como los calzoncillos. La ropa no solo influye en la construcción binaria de nuestro género sino que da cuenta de él: si una persona que se identifica y muestra como lo que se entiende socialmente por hombre se pone un vestido pasará seguramente a ser un afeminado, un maricón, un fake del género. A lo largo de estos tres años he intentado relacionarme con mi cuerpo y lo que le rodea dejando de lado las normas del género, la virilidad es realmente frágil. Muchas acciones y estéticas que se asocian a lo femenino sí tienen sentido para mí desde esta corporalidad/identidad a pesar de antes no tenerlo. Sin embargo, aunque llamaba mi atención, sentía que ponerme faldas o vestidos era ir bastante más allá de lo permisible. Por eso recuperé uno de los sujetadores, lo transformé en el apoyador y generé el espacio para probármelos gracias al ritual: me los puse, me fotografié y me quedé con alguno de ellos.
Las imágenes que se muestran corresponden al cierre del ritual. En un encuentro artístico, llevando uno de los vestidos, mostré los componentes de este proyecto y hablé del proceso. Para finalizar quemé el apoyador ya que había cumplido su función como objeto ritual.